jueves, 26 de septiembre de 2013

Niño terrible


Esta tarde estaba en el super comprando y ha pasado un padre con el carro y un niño muy canijo detras, no tendría mas de cuatro años, su forma de andar delataba que se acercaba mas a un bebe que a un niño hecho y derecho. Me ha llamado la atención, pues le preguntaba a su padre por el origen del pan. Me ha picado la curiosidad y me he quedado mirando latas de berberechos disimulando para oír la respuesta. Después de una escueta contestación de su progenitor, que parece que le ha convencido, ha vuelto a la carga, ¿papaaa? ¿Como traen el pan de la panadería? De nuevo el padre le ha contestado con mas o menos ganas y yo he seguido a lo mío, a buscar horchata. Al poco tiempo, me vuelvo a encontrar con la “extraña pareja”, ya sabéis como es lo de las grandes superficies. Tampoco prestaba especial atención al niño, pero al llegar a su altura escucho: ¿papaaa? ¿Y cómo meten las sardinas en las latas? “jajajaj”, ahora no he podido contenerme y he buscado la mirada del pobre padre, que me ha devuelto una leve sonrisa, sugiriéndome en silencio, que si secuestraba a su hijo, sería capaz de darme una recompensa. He seguido con la sonrisa en la boca y una lata de anchoas en la mano, para encontrar algo para cenar. En mi pensamiento, dando vueltas lo que debe ser convivir con un preguntón de ese calibre, que llene tus días de cuestiones y tu paternidad de dolores de cabeza. Bien, me dirijo a la caja y.. ¿Que me depara el destino? sí, al hijo de su padre, con su padre pagando. Os podéis imaginar, el padre atareado sacando productos, la cajera ticando, yo contemplando y sí, allí también se encontraba él... ¿Papaaa? ¿de qué es esa carne? . De toro, le contesta el padre, con el mismo entusiasmo que la respuesta de una máquina de tabaco, a la vez que introduce en una bolsa unos mejillones chorreantes . El pequeño e insaciable mostruo no tarde en volver al ataque, ¿papaaa? ¿Cómo matan al toro? El padre en ese momento trascendental del pago con tarjeta, no está para nada. ¿Papaaa? ¿Cómo matan al toro? insiste el hijo ante la falta de respuesta. Yo sigo admirando en primera fila el desenlace, esperando la respuesta del progenitor, pero un contratiempo viene a deleitarme mas aún el sainete. La tarjeta de crédito no funciona. ¿Papaaa? ¿Como matan al toro? insiste el niño, que ni sabe de tarjetas, ni falta que le importa. La pregunta vuelve a quedar en el aire, el padre saca una nueva tarjeta y dialoga con la cajera, cosas que pasan, ahora no es momento de respuestas. El pequeño, contrariado, desiste de preguntar, se le nota que no es la primera, ni la enésima vez que vive esta situación, es listo como un demonio, sabe que si a la tercera no obtiene respuesta tiene que poner en marcha el peculiar pituguguel que posee. Observo como su diminuto cerebro está procesando para encontrar la contestación que su padre le niega. Finalmente sale de su boca una frase que solo iba dirigida para él, pero que por fortuna me encuentra a mi como oyente y testigo privilegiado: ¡le habrán dao un golpe!


viernes, 20 de septiembre de 2013

Balada triste de chancleta


Dedicado a ti, rastrera amiga, nunca nadie cayó tan bajo pero con tanta dignidad. Ya tus entretelas sugieren el dudoso honor de provenir de la inmundicia mas extrema, de la basura urbana. Tu seno es fruto del reciclaje industrial, de la nueva ciencia de convertir los desechos en filigranas, mas o menos útiles, para que cumplamos nuestra condición de consumistas. El neumático recauchutado corre por tu sangre, al igual que una tenia por el intestino. Sientes la velocidad que un día tuvieron tus moléculas, recorriendo caminos y autopistas de peaje. En silencio, ahora, añoras la rapidez del viento, tu calidad de vida se limita al “pasito a pasito” y si acaso, una fugaz carrera de alguna María enfadada porque la niña se mete al agua antes de hacer la digestión.

Nuestros pasos son los tuyos, nuestro destino playero va unido a ti como la mierda al culo. Siempre ahí, sin protestar y poniendo un fondo musical y rítmico a nuestras vidas con tu inconfundible clap, clap. Tu presencia es sinónimo de vacaciones, de tiempo soleado.. hueles a mojito, a jazmín, a pies... No conoces fronteras, ni clases sociales, lo mismo te da llevar encima a un premio nobel de literatura que a un inmigrante sin papeles, pero con chancletas.


Ah, ¡las chancletas de dedo! como se te denominaba antiguamente, cuando vendían el repuesto de la tira de plástico y no había dios que metiera el tope por tu agujerito. Con que humildad, sin decir un solo “clap”, has dejado que se mancille tu nombre. Ahora, a cualquier zapatilla, mas o menos plasticosa y florida, que deje al aire un buen manojo de mejillones se le denomina por tu nombre. En tu generosidad sin límites nos muestras dedos y uñas singulares, pies delicados y otros dignos de sustituirte por herraduras, pero tu permaneces ahí, impasible, aguantando lo que se te venga encima. En este mundo trepidante, todo se va perdiendo... ¿Que fue de aquellas madres, que chancleta en mano amenazaban a sus hijos para que dejaran de dar por culminada su actividad porculera?


De todo corazón, gracias por tu fidelidad, por pasar esos inviernos duros almacenada cual bacalao en salazón, esperando la llegada del buen tiempo para acompañarnos de nuevo a la playa.




sábado, 14 de septiembre de 2013

¡Café con leches!!! El making off


Café con leches, el making off


Unos taconazos firmes y seguros resuenan contra las nítidas losetas que conducen hasta el final del lujoso pasillo. Allí, tras la puerta, le espera su equipo para ultimar los detalles del discurso. Ana está preocupada, sabe que su próxima presentación en público va a superar todas las expectativas imaginables. El mundo va a ser testigo de su defensa de la candidatura de Madrid a los JJOO. En su mente, aún tiene grabadas las imágenes de su marido hablando en un pretendido tejano - “Estamos trabajando en ello”. ¡Qué mal lo pasamos!- recuerda.  Pero en su interior siempre encuentra consuelo –“ Gracias a Dios, atravesamos el bache”.   

martes, 3 de septiembre de 2013

Mi amiga Casilda

Las labores propias de mi sexo me han llevado a bajar a Madrid esta mañana. Adios a mis pajaritos, a mi ruiseñora y a las apestosas urracas. Con mucho espíritu, me he montado en el coche y me dirijo hacia la urbe que, ansiosa, engulle cada día miles de vehículos entre sus entrañas. Ya soy uno mas del pandemonium y pronto empiezo a disfrutar de los parabienes del tráfico rodado en hora punta. Esta vez, no me encuentro solo, me acompaña mi inseparable y fiel Tomtom, que con su voz insinuante hace que la conducción sea mas agradable. Aún no hemos empezado a discutir, mientras nuestros destinos sean conocidos nos ponemos de acuerdo, pero al llegar a terreno indómito solemos terminar mandándonos a la mierda. Si no, al tiempo, que ya sabemos de que pie cojea cada uno.

Masaje con final feliz (1 parte)

Masaje con final feliz (primera parte)


A veces me da un punto raro, lo reconozco, es un impulso extraño, mezcla de morboso y excitante que me lleva a vivir situaciones donde lo desconocido, lo indómito y hasta lo peligroso, me atrae de una manera irracional.
No siempre me dejo llevar por esta llamada de la selva, lo resuelvo con mi imaginación, y con esta masturbación mental parece que se calma el impulso. Pero hay momentos en los que me dejo llevar y me sumerjo en ambientes o lugares que no son habituales para mí, solo por el placer de sentirme un extraño, alguien totalmente fuera de lugar. Es la violación de una frontera para adentrarme en un ambiente ajeno, lo que consigue que mi nivel de adrenalina se dispare. Mi presencia… ¡Un extraño! También provoca la correspondiente reacción, el miedo a lo y a los desconocidos. La forma de vestir, el aspecto e incluso la cara, reflejan lo que es la vida de cada uno y según donde te metas, puedes destacar como una caca de rata sobre un tazón de arroz.
Hoy es uno de esos días que he traspasado la barrera de lo imaginario y he decidido tener una experiencia física, real: Me he metido en una peluquería de chinos para que me dieran el afamado “masaje con final feliz”.

Égloga a la muerte de la mosca llamada Atún

Égloga a la muerte de la mosca llamada Atún


Oh Atún, hoy nos has abandonado. La fatalidad ha querido cebarse contigo y llenar de pena nuestros corazones. La pantalla del portátil ha caído sobre tu cuerpecillo, dejándote aplastada contra la tecla de la letra “ñ”, como si con tu muerte quisieras reivindicar nuestra gramática.
He encontrado tu cuerpo inerte, sin vida… ¡Con lo que has sido tu! Con tus patitas retorcidas y tus alitas maltrechas, no has tenido fuerza ni para despedirte, decir un último adiós a quien tanto te ha querido.

El hombre de los caballitos

Cuando era pequeño una idea me rondaba por la cabeza, muchas noches conciliaba el sueño con la convicción de que estaba  predestinado para lograr algo importante, de que había venido a este mundo a triunfar.
Tampoco era tan maduro, ni tan listo, como para dibujar una imagen concreta de dónde iban a ir encaminados mis pasos. Sólo era una intuición, un confianza infantil, el pálpito de que sería capaz de hacer algo grande en la vida, algo que levantara la admiración, el reconocimiento de mis padres, de mis amigos, de la gente.


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En busca de la editorial perdida

Yo he visto atacar naves ardiendo más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhausser… también he visto bragas y calcetines a 0,30 céntimos de euro. Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.